El mundo en el cual vivimos no necesita esforzarse mucho para consumir nuestras energías. Si nos dejamos llevar por este estado, rápidamente seremos absorbidos, por las demandas laborales, académicas, necesidades profesionales, tareas domésticas, agenda familiar, educación de los hijos, etc. Eso sin hablar de los problemas de salud, qué siempre están presentes, o los problemas financieros que nunca dejan de estar presentes. Y si faltara poco, nos encontramos con la gran cantidad de urgencias políticas, sociales y religiosas que nos rodean.
Y aun en medio de estas penumbras, como lo declara el rey David, los discípulos de Jesús tienen el más profundo deseo, de que nuestro Dios Creador pueda iluminar por medio de su Palabra, por medio de una vida de devoción, aquellos callejones oscuros y desconocidos que no queremos que controlen nuestras vidas. Uno de mis escritores favoritos, Philip Yancey, dice que él se impresiona más por una vida en la cual el dolor y el sufrimiento han encontrado redención, que un milagro que quite el dolor, y con esto no quiero decir que uno niegue los milagros del Creador en la humanidad, sino más bien, la idea central del Evangelio no es que pongamos nuestra atención en el milagro, y sí en el propósito que Dios tiene para nuestras vidas con las situaciones oscuras y dolorosas, sean cuales sean, externas o internas, superficiales o profundas, pues el Dios Creador se glorifica en ellas.
En medio de las numerosas necesidades y desafíos que nos presionan, vemos que el Dios Creador está con nosotros. Él desea traer orden en medio de este caos, luz en medio de la oscuridad. Pero esto no ocurre de inmediato. Los cambios no ocurren de manera repentina. La transformación no es instantánea, pero es posible. Y esto ocurre en la medida que escuchamos a Dios, observamos sus atributos, conocemos más de cerca quien es Él, contemplamos su majestad, y por sobre todas las cosas, reconocemos que Él es suficiente para todo, y de esta manera nos dejamos transformar por el conocimiento de su Palabra
Eugene Peterson nos recuerda que el mundo no es amigo de la gracia de Dios; pero cuando conocemos al Dios Creador, nos rendimos a su amor, y creemos en quien Jesús dijo ser, podemos ver como el caos en nuestro interior, liderado por la codicia, la avaricia y el egoísmo van desapareciendo por medio de la transformación que el Espíritu Santo opera en nosotros, y de esta manera el amor, la fe y la esperanza florecen en nuestro mundo exterior. Este florecimiento es redentivo, pues aunque nuestro exterior se vaya descascarando, nuestro mundo interior se va fortaleciendo.
Ora, para que en toda circunstancia, especialmente en los momentos en que ves oscurecida tu alma, el consolador te ayude en la jornada de ser transformado a la imagen de Jesús, y para que cada día tu relación con Dios esté basada en el deseo profundo de estar con Él, de querer lo que Él tiene para ti, y para que Él sea el centro de tu vida.
Yo esperé, esperé y esperé por el Eterno.
Finalmente, Él me miró; finalmente, Él me escuchó.
Él me sacó del foso de la desesperación,
me sacó del fondo del fango.
Él me puso sobre una roca sólida,
para asegurarse de que yo no resbalara.
Él me enseñó a cantar su más nueva canción,
una canción de alabanza a nuestro Dios.
Cada vez más personas están viendo esto.
Ellas entienden el misterio,
y se abandonan en los brazos del Eterno.
Salmo 40:1-3 MSG
Pastor José Prado.