
Son muchas las cosas que nos dejan sin respuesta. La gran mayoría de las veces, por no decir siempre que no tenemos respuestas, acudimos al imaginario colectivo, “sólo Dios puede salvarnos de…”. Y es que llegamos a aburrir con esas respuestas absurdas. Cuando el mundo de las personas que nos rodean y nos aman, nos exigen una respuesta. No somos capaces de asumir quien verdaderamente somos, de asumir nuestras responsabilidades, y huimos, escondemos la cara, culpamos al clima, o simplemente culpamos a Dios.
El hecho de recordar estos dos eventos, exige que meditemos sobre nuestra total fragilidad, y esto, en las cosas más mínimas. Pues, somos los grandes, los poderosos. Y me refiero específicamente a lo primero “fragilidad”. Olvidamos rápidamente que, no tenemos el control sobre las contingencias de la vida, aún así las queremos controlar. ¡Y por favor! No me vengan con la disculpa absurda de, “debemos ser proactivos”, “debemos anticiparnos a los hechos”, obviamente que si, pero tanto ustedes como yo, saben que me refiero a aquellos asuntos que están lejos de nuestro alcance.
En esta línea la respuesta del presidente Lula es magistral, “sólo Dios puede salvarnos…”. “…Y no es chiste”, como decimos en nuestra jerga cotidiana.

En esta línea la respuesta del presidente Lula es magistral, “sólo Dios puede salvarnos…”. “…Y no es chiste”, como decimos en nuestra jerga cotidiana.
Son las 8:14 de la mañana, y no consigo sacar de mi mente; Cristo a donde más podría ir, solo tú, tienes palabras de vida eterna.
Aunque, con su poderío, la nación más grande la tierra se proteja, el 11/09 nos recuerda que, sigue siendo frágil…
Aunque, el apagón más grande de América Latina no se vuelva a repetir, nos recuerda que, seguimos siendo frágiles…
Y sí, en nuestra fragilidad, sólo Dios puede salvarnos.
Aunque, con su poderío, la nación más grande la tierra se proteja, el 11/09 nos recuerda que, sigue siendo frágil…
Aunque, el apagón más grande de América Latina no se vuelva a repetir, nos recuerda que, seguimos siendo frágiles…
Y sí, en nuestra fragilidad, sólo Dios puede salvarnos.