Jan 2, 2014

Comiendo Arena.


 Cierta vez comí arena en la playa, no la encontré tan mala, simplemente no encontré ningún sabor en ella que me hiciese volver a intentarlo. Una cosa que si me agradó fue la textura de ella en mi boca, era una textura diferente, sin ningún sabor interesante pero que parecía entretenido, eso, solo me pareció entretenido.

 Mientras estábamos en la playa el 01 de enero, compartiendo con algunos amigos el año nuevo, en unos de esos momentos claves, que solo un bebé de un año puede encontrar, veo a algunos metros de distancia que mi hijo Tomás  estaba comiendo arena. No me preocupé tanto pues mi amada esposa se encargó rápidamente, de limpiarlo. Por mi parte, después de eso, quedé ojo al charqui por si el perla quería seguir comiendo. Mientras me acercaba para tomarlo, con una velocidad que solo los bebés tienen, Tomás tomó un puñado, sí un puñado de arena y se lo echó a la boca, luego que mi hijo hizo eso, escucho como chupa la arena, y lo hacía como si estuviera chupando una fruta o un postre cualquiera, cuando le fui a revisar su boca no tenía una sola pizca de arena, esta desapareció fugazmente en algunos mili segundos. 
Muchos padres han visto, y obviamente que las opiniones son diversas, quiero quedarme con la del sentido común, que incluso facultativos hacen, no pasará nada por comer un poquito de arena, tierra, etc. El gran problema es lo que ve un papá primerizo, una especie de desesperación, que se transforma en tranquilidad después de ver a tu hijo con una sonrisa gigante luego de haber comido arena.

¿Y cuál es la lección moral de esto? ¿De qué manera esto puede contribuir para mi vida? No lo se, simplemente tuve ganas de escribir y decidí escribir sobre esta experiencia, que como padre primerizo me llamó mucho la atención, pues estoy como un amigo de facebook, que escribe todas las cosas que hace por primera vez después de haberse casado (ayer leí que era su primer año nuevo después de casado, ja). Obvio que me llamó la atención cuando chupaba esa arena, y yo escuchaba ese sonido, y  me imaginaba como se iba por su garganta.


Pero en definitiva, igual hay una cosa que quiero decir. El Tomás era libre y feliz mientras se comía ese puñado de arena, no había en su cara preocupación, simplemente vivía a concho ese momento. Quizás pensaba, mmm no voy a volver a tener otra oportunidad como esta, la aprovecharé, que se yo lo que se imaginaba, lo único que se me ocurre es que él estaba disfrutando, y así lo hizo, y yo no le quité, por lo menos ese placer. 
Uf ! Cuanta falta nos hace vivir nuestra vida a concho, no importa lo que ocurra. Aprovechar los instantes que tenemos, que nuestro Padre celestial nos brinda. Muchas veces somos con  nosotros mismos como aquellos padres primerizos miedosos que se espantan por todas las cosas que están ocurriendo a nuestro alrededor. Nos privamos de amigos, nos privamos de situaciones, o incluso placeres, simplemente porque pensamos que la arena nos ahogará y nos matará. 
Quiero vivir esta vida a concho, quiero aprovechar de comer puñados de arena, porque quizás, es posible que mañana esta arena ya no esté más.


El Pantocrátor («todopoderoso», del griego παντοκράτωρ) cuida de nosotros, y no es como nosotros, pues su cuidado tiene que ver al mismo con su enseñanza. Disfruta de la vida día a día, pues es una nueva oportunidad que Él nos da para vivirla al máximo.
Y para no olvidarnos, hoy por la mañana Tomás hizo caquita (así dijo mi esposa Mailyn), y obviamente venía con arena, y como punto final no tuvo ningún tipo de problema. 

Come arena y disfruta al máximo lo que Dios te da.
Feliz Año 2014.

La Paz del Señor
José

No comments: