Isaías por muchos años estuvo
predicando sermones poderosos, elocuentes, intrépidos. Sermones que nadie quería
escuchar. Él predicó arrepentimiento y salvación para Jerusalén y Judá. Después
de revelar las advertencias de destrucción por sus injusticias, idolatría y
falta de integridad, un sufrimiento silencioso se expresa en la noche oscura
del alma, ¡el tiempo del castigo y del exilio llegó! El pueblo no se arrepintió
y fue llevado para el exilio.
En medio de esta noche oscura un
destello irrumpe para dar paso a un sendero iluminado por la gracia de Dios. Un
nuevo sermón se escucha (consuelen,
consuelen a mi pueblo), un sermón que tiene el poder de penetrar los
caminos subterráneos más escondidos del torrente humano. Sermón que penetra
hasta lo más hondo y consigue transformar todo lo que encuentre a su paso (prepárense para la llegada del Eterno).
Este sermón en el exilio trae imágenes poderosas después del “mensaje de
juicio” (Cap. 1-39), que dan paso a imágenes de un gran consuelo (Isaías
40-55).
Las
palabras utilizadas por el profeta no son meras palabras, son palabras
que traen a la existencia aquello que ellas afirman, son palabras que tienen su
linaje en Génesis: “dijo Dios: ‘sea la luz’, y la luz se hizo” (Gn. 1:3);
palabras vinculadas a Jesús cuando le habló al paralítico: “levántate y anda” y
él se levantó (Mc. 2:11-12). Fue esto lo que el profeta hizo, él Dijo: “¡Aquí está su Dios! Miren, el Señor omnipotente llega con poder”
(v.9-10). Y fue eso lo que hicieron. Personas que estaban ciegas miraron a
Dios, personas que estaban sordas escucharon a Dios. Por medio de la
predicación del profeta, personas que estaban con todas las apariencias de no
ser un pueblo de Dios, pasaron nuevamente a serlo, sustentados profundamente
por una predicación que es designada por
el profeta como evangelio (buena noticia o buenas nuevas, v.9).
El termino y concepto ‘evangelio’ es
traído e incrustado por nuestro profeta. Esta palabra no es acuñada por Isaías,
pero vemos claramente como él la emplea de una
nueva manera, pero vemos en los evangelios el mismo uso de Isaías. En
esa época era común utilizar el término en relatos ya fueran estos buenos
o malos. Pero el profeta usa el término
mucho más que contar un simple cuento. El profeta concentra toda la
proclamación de la presencia activa de Dios en nuestras vidas, y no solo en nuestros corazones, también en nuestra historia,
no solamente relatando las noticias, también lo hace proclamando las grandes
obras y maravillas del Creador. Anuncio
de la voz de Dios, de la creación de Dios, y de la salvación de Dios (9). La
primera tarea del profeta fue recuperar el sentido original y verdadero del
Dios vivo, presente, el Dios de la salvación.
Jerusalén, portadora de buenas
noticias,
¡alza con fuerza tu voz! Álzala, no temas;
di a las ciudades de Judá:
«¡Aquí está su Dios!»
Discípulos y discípulas de Jesús en
todos los rincones de nuestro contexto, recuperemos el sentido original y
verdadero del Dios vivo, presente en cada momento de nuestra historia.
Oasis de Redención, portadores de buenas noticias,
¡Alcen con fuerza su voz!
Álcenla, no teman;
Digan en Antofagasta.
« ¡Aquí está su Dios!»
¿Estamos
cansados? ¿Acaso no nos hemos enterado que el Dios Creador y sustentador,
Jesucristo el Señor de la historia, nuestro redentor que viene con poder, no se
cansa ni se fatiga?
Él Eterno
fortalece a los cansados, y renueva las fuerzas de aquellos que han desistido.
Sigamos como portadores de buenas noticias, alzando la voz esperando que ¡El
Dios Eterno llega con poder!
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